Desastre total
Tengo 47 años y llevo ya muchos viendo fútbol. Como periodista y como aficionado. ‘In that order’, como diría Gareth Bale, aunque a veces sea complicado separar ambas facetas. En todo este tiempo he presenciado algún que otro bochorno futbolístico, pero desde este domingo se suma uno más a la lista. La derrota de la UD Ibiza frente al Algeciras (0-1) ha supuesto un desastre total. En lo deportivo, porque se escaparon tres nuevos puntos (por tercera jornada consecutiva); y en lo futbolístico, porque el bloque celeste sufrió una especie de encefalograma plano en su juego, mostrándose incapaz de ser competitivo. Una vez más, y en el momento más inoportuno, cuando habían pinchado los de arriba y existía la posibilidad de recortar las diferencias, el Ibiza se falló a sí mismo y a su hinchada.
Hablar ahora de alcanzar el ascenso a Segunda División parece casi un ejercicio de ciencia ficción, a pesar de que en el mundo del fútbol puede pasar cualquier cosa.Quizás también parecería pecar de soberbia y de no tener los pies en el suelo. Lo primero que tendrán que espantar los celestes es el peligro del descenso, ya que actualmente el colchón de seguridad es de apenas tres puntos. La suerte para el Ibiza es que la mediocridad de la competición (para algunos igualdad) es tal que, pese lo ruinoso de la situación, el ‘play-off’ de ascenso está a sólo dos puntos. Sin embargo, el equipo ibicenco aún no merece sentarse a comer en la mesa de los grandes, aunque su plantilla esté catalogada como tal. De etiquetas no se vive, sino de hechos. El pasado tampoco es un buen aliado en el fútbol. Y el presente del Ibiza es desalentador. Veremos el futuro.
Llegados a este punto de bloqueo, la revolución en la plantilla que entrena Paco Jémezes imprescindible si se quiere virar el rumbo. Diecisiete jornadas después hay que decir abiertamente que la planificación de la plantilla ha sido nefasta en líneas generales, y que muchas de las incorporaciones que se hicieron no han dado el nivel. Incluso, algunos de los que se quedaron podrían haberse marchado, tal y como están demostrando los resultados del conjunto ibicenco. No hace falta dar nombres, ya que cada uno sabe el rendimiento que está ofreciendo. El verde dicta sentencia cada fin de semana. Y, para muchos, el veredicto debería ser el finiquito. Sin rodeos ni contemplaciones. Como le sucede a cualquier persona de a pie que no rinde lo que se espera de ella en su puesto de trabajo. Y tan amigos. La vida sigue.
Hasta el propio Jémez, en un ataque de sinceridad en la rueda de prensa, lo dejó clarito, transparente, diáfano. Reconoció que hay que arreglar muchas cosas para reconducir la situación porque a su escuadra le falta fútbol; pero sus obreros de la pelota, acomodados muchos de ellos, no están a la altura de las circunstancias. El entrenador se incluyó él mismo en la ecuación y apuntó que a nadie le debería escandalizar si le preparan la cuenta en las próximas semanas. “Todos lo estamos poniendo muy fácil para que la entidad diga: ‘Oiga, mire, hasta aquí ha llegado usted. Fuera’. Eso es así. Aquí lo que se valoran son rendimientos. Y el que no da su mejor rendimiento, se trabaja para que lo dé. Indudablemente, en todo esto hay un límite, un tope y un tiempo. Hoy, si tú ves el partido, se te puede pasar por la cabeza de todo”, indicó abatido Jémez, otrora furibundo en situaciones de crisis futbolística.
Estuvo tan calmado el técnico cordobés, que hasta manifestó que las decisiones es“mejor tomarlas con tranquilidad y habiendo pasado la tormenta”. “Pero hoy creo no hay nadie, cuadro técnico incluido, que pueda decir que se salva de esto. En absoluto. Nadie. Tenemos que hacer una gran autocrítica y tener en cuenta que le estamos fallando a nuestra gente. Estamos haciendo las cosas realmente mal y, a partir de ahí, trabajar con mucha dedicación, humildad y sacar esto adelante”, recalcó un Jémez que desde que cogió al Ibiza ha sumado seis puntos de quince posibles (dos victorias y tres derrotas). Un preocupante rendimiento que ha ido de más a menos.
El partido frente al Algeciras fue un sinsentido del Ibiza. Un esperpento futbolístico indigno para una afición que cada vez es más reducida. Y con razón. No es que los andaluces pasaran por encima de los ibicencos, pero es que estos últimos estuvieron muy lejos de lo que se espera de ellos (con contadísimas excepciones). Fue un nuevo ejemplo de la incapacidad del equipo para competirle a un rival que lo único que hizo es potenciar muy bien sus virtudes para vencer. Simple y sin artificios futbolísticos.
Frente al Alcorcón, el próximo fin de semana en tierras madrileñas, será el último partido antes de las fiestas de Navidad, que serán de todo menos felices en la entidad que preside Amadeo Salvo. El empresario valenciano se verá apremiado, otra vez, a tirar de billetera para enmendar el desaguisado. Esperemos que los futbolistas que vengan (dando por hecho que será así) sepan interpretar que el Ibiza no es un destino vacacional, sino un club con aspiraciones, ambicioso y con exigencia.