Opinión: El Proceso y el Camino

<<Las decisiones de este verano parecían tomadas por un enemigo>>. Esta reflexión que nos hacía un buen amigo, abonado de la UD Ibiza, nos ha parecido ideal para iniciar el análisis de la situación actual del club en esta aciaga temporada 22-23.

 

A nivel clasificatorio, como todos sabemos, la UD Ibiza ocupa la última posición de la tabla al final de la primera vuelta. Al farolillo rojo celeste debemos sumarle que el equipo ha ocupado puestos de descenso en catorce de las veintiuna jornadas disputadas. Es el equipo más goleado y el tercero que menos goles anota. Número demoledores derivados de una gestión deportiva cuyas carencias son más que evidentes.

 

Pero, ¿Por qué hemos llegado a esta situación en la temporada que se presuponía que el club se debía consolidar en la categoría de plata? Para ello, debemos remontarnos al pasado mes de abril. Fernando Soriano, director deportivo del club desde diciembre de 2018, es destituido y su puesto pasa a ser ocupado por Miguel Ángel Gómez. El cordobés, con amplia experiencia en el organigrama sevillista de Monchi y, más recientemente, en el Valladolid, llega a la isla con un objetivo claro: Crear una estructura que dote a la entidad de una profesionalidad referencia en el fútbol español.

 

Desde la cantera hasta el primer equipo, pasando por el scouting y la performance, el organigrama liderado por Gómez presentado el pasado verano no hacía presagiar la deriva deportiva del club hasta los primeros movimientos en el mercado de fichajes.

Pero el trabajo de andaluz ha dejado mucho que desear. Comenzando con el entrenador y continuando con el grueso de incorporaciones, a la inmensa mayoría del aficionado celeste le costaba entender cuál estaba siendo la confección de la plantilla para competir en una de las ligas más competitivas de Europa. El respetable celeste ya ha pedido su dimisión en varios momentos de la actual temporada.

 

El verde:

Jugadores de categorías inferiores sin o con muy poca experiencia en el fútbol profesional (Álvaro G., Martín Pascual, Armando, Morante o Suleiman); jóvenes cedidos por equipos de máxima categoría europea (Poveda, Isma Ruiza, Ze Carlos, Bogusz, Azeez) o veteranos que llegaron sin hacer la pretemporada (Coke y Nolito) formaron parte de la composición de la plantilla. Excepto la actuación del cancerbero Fuzato y algunos fogonazos de Suleiman, ninguna de las altas está rindiendo a un nivel digno de la categoría.

 

A todo ello, debemos añadir que jugadores clave de la temporada pasada (Goldar, Herrera, Castel o Diop) no han mantenido un nivel cercano al que exhibieron en la 21-22; por consiguiente, los ingredientes para tener una temporada desoladora estaban en el horno.

 

La dirección técnica:

Dos buenas temporadas en el filial del Valladolid como hoja de servicio bastaron para que Javier Baraja tuviera la oportunidad de debutar en el fútbol profesional en el banquillo celeste. El pucelano obtuvo 11 puntos de los 36 que disputó y nunca dio la sensación de poder gestionar el vestuario de una manera eficiente.

 

El club decidió dar un giro de timón y apostar por dos técnicos totalmente opuestos a la idea inicial. Juan Antonio Anquela primero y Lucas Alcaraz posteriormente, acostumbrados a nadar en el fango del fondo de las tablas clasificatorias, no han sabido dar con la tecla aún para hacer competitivo a un equipo que dio su peor versión en la última semana de competición, donde fue goleado en Albacete y eliminado de Copa del Rey por el colista de 1ª RFEF.

 

Se intuyen y avecinan cambios en una plantilla demasiado larga (27 jugadores) en el mercado invernal, pero ¿será capaz el club de encontrar jugadores competentes que quieran venir al colista de la categoría? Lo que queda claro, es que tanto las altas como las bajas en enero pueden ir en consonancia a lo que indicaba Gómez en verano, <<jugadores que quieran estar en el Ibiza>> y comprometidos con el club.

 

La masa social y las instituciones:

Uno de los aspectos más llamativos negativamente de la temporada está siendo el crecimiento del club a nivel de masa social. Pese a un aumento en torno al 10% del número de abonados, la afluencia de público al Palladium Can Misses ha ido decreciendo jornada a jornada. El club, poniendo toda la carne en el asador, ha creado una atractiva política para la segunda vuelta, con la que ha conseguido llegar a la cifra de 4.000 abonados. La gratuidad en caso de descenso o el suculento descuento en caso de permanencia intentan conseguir fidelizar a una afición futbolera de la isla que en ciertos lugares no acaba de arrancar hacia el seguimiento que el club quisiera tener. ¿Culpa del club o de la idiosincrasia del ibicenco?

 

Otro aspecto a resaltar es la incertidumbre ante las instalaciones en las que trabaja y disputa sus entrenamientos y partidos el Ibiza. El Convenio firmado con el Ayuntamiento de Vila vence el próximo mes de Mayo, y en principio, el club debe presentar ante la LFP la documentación pertinente hacia el mes de Marzo. ¿Se firmará un nuevo convenio de exclusividad? ¿Quedará anulado en caso de descenso? ¿Existe la posibilidad de crear una Ciudad Deportiva en Vila?

Estas incógnitas son más importantes de lo que pueda parecer para el futuro del club y, en buena parte, lo que ocurra en el césped, determinará lo que ocurra en los despachos.

 

Sea como fuere, y a modo de conclusión, la corta historia de la UD Ibiza desde la llegada de la familia Salvo en 2015 ha sido en su mayoría de éxitos y celebraciones. Esta temporada puede y debe servir para hacernos partícipes de los sinsabores, de las amarguras y el sufrimiento. Todo ello forma parte también del fútbol y los errores y aciertos integran también el camino que recorreremos juntos.

 

Força Eivissa!