¿Y ahora qué hacemos?
La UD Ibiza volvió a dejar al desnudo todas sus vergüenzas y carencias este viernes, tras su derrota frente al Fuenlabrada por 1-0. El colíder del grupo 2 se estrelló frente al penúltimo clasificado, en otro desesperante partido del equipo entrenado por Pep Lluís Martí. En la que parecía una gran oportunidad para encadenar una nueva victoria, mejorar el juego y la imagen del colectivo, se volvió a ver a un Ibiza gris, incapaz, con nula presencia ofensiva y que jugó a no perder. Pero, al final, la racanería se acaba pagando; y eso fue lo que le pasó a los pitiusos, que encajaron la segunda derrota de la temporada cuando parecían conformarse con un insuficiente punto.
No basta con decir que se quiere jugar a dominar los encuentros y autoengañarse con la posesión, sino que hay que marcar goles y someter al rival. No basta con afirmar que se está trabajando mucho y muy bien si eso no se traduce en el campo. Tampoco con señalar que los jugadores salen casi vomitando de los entrenamientos, como aseguró Gallar en su última comparecencia de prensa, cuando luego ves a muchos prácticamente paseándose jornada tras jornada. Sin ir más lejos, el propio Gallar, Quique González o Naranjo, que en Fuenlabrada fueron tres almas en pena. No basta con escudarse en la igualdad de la categoría para esconder las miserias propias. No valen las palabras, sino los hechos.
Cuando parecía que el Ibiza de Martí podía empezar a ser mejor, se volvió a la mediocridad, al encefalograma plano futbolístico y a un juego horizontal y previsible. Después de diez jornadas disputadas, el Ibiza no ha dado muestras de ser un equipo capacitado para convertirse en campeón. Quizás sí por plantilla, pero rotundamente no por su fútbol y por su juego. Ojalá me equivoque.
En esa decena de partidos los de Martí han sumado algo más del 50% de los puntos y han puntuado en el 80 por ciento de los encuentros. Los números pueden jugar a favor del técnico mallorquín y de su plantilla, que hasta ahora se ha ido beneficiando de que ningún equipo se ha escapado en cabeza. Esta regularidad es ahora el clavo ardiendo al que se puede agarrar el colectivo de Martí, pero creo que para conseguir el ascenso a Segunda División se necesita algo más.
Lo que puede ser una condena para el preparador y sus futbolistas es la imagen que están dando. La leve mejoría (muy leve) experimentada frente al Intercity se acabó tirando por el sumidero en el estadio Fernando Torres. En la primera mitad, los de Martí fueron un equipo intermitente, con más sombras que luces. Hubo un gol anulado a los isleños (probablemente de forma correcta) y un penalti no pitado (por unas manos de un jugador local en el área), pero nada más. Los madrileños, sin embargo, disfrutaron de opciones para ponerse por delante. En la segunda, con el Fuenlabrada algo más retrasado, el Ibiza gozó de un placentero dominio de balón, pero con un juego inerte, sin ideas en la parcela ofensiva y por momentos hasta conformista. Ya en el descuento llegó el tanto local, que se marcó Monjonell en propia puerta. En el añadido la tuvo también Naranjo para el Ibiza, pero el andaluz se topó con la parada del guardameta local. Otro jarro de agua fría, como ya sucedió en Mérida hace varias jornadas, cuando el Ibiza sufrió la primera derrota del curso.
Las dudas y preguntas que planean ahora por las mentes de los aficionados son muchas. ¿Es que la plantilla no da para más? ¿El problema está en el entrenador? ¿Se han cometido errores en la planificación deportiva? Yo tengo otra cuestión: ¿Y ahora qué hacemos? Porque la campaña sigue avanzando y el alumno continúa necesitando mejorar. Y mucho. Si no, acabará suspendiendo a finales de mayo. Y otra temporada sin subir al fútbol profesional puede ser un duro mazazo para el Ibiza.